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BLOG DE AULA

Niños condenados a ser perfectos

Sólo el 15% de los niños que padecen este trastorno están diagnosticados. Pero no todos los niños que se mueven mucho lo son. Mientras unos especialistas recomiendan que se les medique, otros aseguran que a menudo la solución está en la familia, en cambiar costumbres. En el otro lado están los padres, temen el efecto rebote del tratamiento o que se habitúen a él.

Hace unas décadas, el chico movido acumulaba oportunidades para visitar pasillos y patios en horas de clase. Ahora, si está diagnosticado como inatento o hiperactivo, no es un secreto que suele ser un niño medicado. Si el neurólogo le ha recetado una pastilla que se libera de forma retardada, la tragará con el desayuno y le acompañará mañana y tarde. Si el médico fracciona la dosis en varias tomas, el pequeño ingerirá la primera pastilla en casa y la segunda con las lentejas del colegio. Los profesores lo saben y custodian el medicamento con idéntica diligencia que el jarabe para la tos.

"El trastorno de hiperactividad (TDAH), solo o combinado con déficit de atención, se conoce ahora mejor y está cada vez más presente en la consulta. Todavía el diagnóstico se hace tarde, al final de educación primaria o en la explosión de la adolescencia, cuando el fracaso escolar ha hecho su aparición y la autoestima se tambalea. El TDAH es lo que hace años se denominaba disfunción cerebral mínima y afecta a cerca del 6% de la población infantil (los adultos también lo sufren, pero no lo manifiestan de un modo tan evidente). Hace unas décadas, los casos leves sólo merecían la etiqueta de traviesos, buscapleitos o torpes. Hoy se ha convertido en un problema prevalente en las consultas de neurología infantil. En algunos casos el niño lo pasa mal en el colegio, tanto en el aula como con sus compañeros, y se ve estigmatizado. No todo niño movido sufre hiperactividad. Hay niños considerados vagos y metepatas que sí lo son sin saberlo. Al igual que hay chavales diagnosticados que no siempre reciben medicación. Sus padres se resisten a darles la pastilla. O bien, se la dan los días que hay colegio y la eliminan o reducen la dosis en vacaciones y en fin de semana.El tratamiento farmacológico no tiene por qué ser eterno tras dos o tres años, el 80% acaba compensando el trastorno y deja de precisar la medicación.

La medicación empleada para el TDAH no tiene como misión relajar a estos niños, sino ayudarles a centrar su atención y a controlar su impulsividad. El metilfenidato (un derivado anfetamínico) incrementa la disponibilidad de la dopamina, un neurotransmisor relacionado con la concentración y el aprendizaje. Se piensa, además, que los psicoestimulantes actúan de un modo distinto en los hiperactivos y no potencian en ellos la excitabilidad, sino la concentración. En este sentido, las bebidas de cola y el café, sin excesos, se consideran ocasionales ayudas.

La medicación, por sí sola, no basta,  debe completarse con un tratamiento psicológico basado en técnicas cognitivo-conductuales, que incluye pautas a padres y a colegios para facilitar el aprendizaje de autocontrol que necesitan estos niños. Los padres deben convertirse en expertos en el tema y aprender estrategias para reducir la impulsividad y ayudarles a aumentar la atención. Podría decirse que "los fármacos serían el abono, y la intervención psicopedagógica, la labor de siembra".

El diagnóstico requiere rigor y finura porque no existe una evidencia física como en otras enfermedades.

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